Tiene 75 años, vive en Alcalá de la Selva, un pueblecito de la sierra de Gúdar, donde regenta una casa rural y un asador. Es uno de los pioneros de la nieve en Teruel: él fue quien puso en marcha, junto a un grupo de ocho amigos llegados como él desde Valencia, la estación de esquí de Valdelinares. Le encanta ver cómo ha ido cambiando la zona y el turismo de nieve desde entonces y está deseando probar las nuevas pistas de la estación, cuya ampliación califica con un 10.
¿Cómo surgió la idea de poner en marcha Valdelinares?
La idea inicial no fue montar aquí una estación de esquí. Yo vivía en Valencia y en el año 69 construí un trineo para ir a una expedición a Groenlandia. Necesitábamos dos pero no teníamos dinero suficiente, así que compramos uno y el segundo lo construí yo. Era de aluminio. El médico de la expedición dijo que en Valdelinares había nieve. Era mayo y pensamos que así nos evitábamos tener que ir al glaciar del Aneto o a cualquier sitio más lejos a probarlo. Así que vinimos a la sierra de Gúdar, nos metimos en Virgen de la Vega y pasamos allí un par de noches y luego subimos a la zona donde están ahora las pistas y probamos el trineo. Y pensamos que el sitio estaría genial para hacer una estación de esquí. Y ya la segunda vez que fuimos nos llevamos unos esquís y empezamos a tontear. Así se puso la primera piedra por esa tontería del trineo.
Y los amigos terminaron montando una empresa y una estación de esquí…
Sí, hubo que constituir una sociedad para que nos dieran una concesión en el monte público –entonces del Icona- y empezamos a desarrollar un proyecto de un edificio, unas pistas, unos remontes… y ahí nacieron las pistas de Valdelinares. Yo aún seguía muy vinculado al alpinismo de alto nivel, en el año 70 hice una expedición al Aconcagua, en el 72 volví al Aconcagua y en el 74 al Kilimanjaro, en Kenia. Esa fue mi última expedición porque ya había mucho trabajo aquí en Valdelinares. Estuvimos con ello hasta los ochenta, luego ya vendimos a Nieve de Teruel y luego terminó todo integrado en Aramón, que es con quien han crecido las dos estaciones de Teruel.
¿También tuvo que ver con los inicios de Javalambre?
Unos años más tarde, al rebufo de todo este movimiento turístico generado por la nieve y la estación de esquí de Valdelinares, nació Javalambre. Pero allí ya no tuve nada que ver (risas).
Aunque es de Valencia y aún no existían las estaciones, llevaba años esquiando allí…
Los valencianos solo teníamos Javalambre como punto de mira para la nieve desde los años 40 y 50, no Valdelinares. Cogíamos el tren en la estación Churra de Valencia, subíamos al borreguero –se llamaba así porque tenía un vagón para viajantes, y el resto para ganado- y llegábamos hasta la Puebla de Valverde, y desde allí, con los esquís al hombro, chino-chano chino-chano, hacíamos los 14 kilómetros que hay hasta Camarena. Esa era la salida que tenían los montañeros valencianos para ir a esquiar. Valdelinares ni se conocía.
Una vez que llegaban a la zona de nieve estarían agotados…
Cuando llegabas allí no tenías fuerzas ni para ponerte los esquís. Luego teníamos que ir hasta la Olla Jimeno, una especie de cuenca redonda entre pinos donde se acumulaba la nieve. No subíamos hasta la cumbre, porque allí venteaba mucho y no había tanta nieve.
¿Era buen esquiador ya entonces?
Si alguien no se caía ya decías: ¡Jo, este tío cómo sabe! Porque no se caía… (risas). Estamos hablando de hace cincuenta años, casi nada. Yo me vinculé al deporte de montaña a los 13 años, la mochila en verano con cuerdas y en verano con esquís. Salíamos a disfrutar de aquello que entonces se llamaba esquí. Eso no era esquiar ni nada, eso era pasarte toda la mañana pisando la nieve para que no te hundieras y tirarte tres o cuatro veces y se acabó, ya habías consumido el día. Esa era la afición. Igual que nos íbamos en verano a practicar en las dunas de arena de la playa de El Saler, y la gente decía que estábamos locos.
¿Recuerda esos esquís? ¿cómo eran?
Por supuesto, eran aquellos esquís de madera, los ‘maderofen’, unos pedazos de madera maciza que se retorcían; y esas fijaciones que eran un cable y un muelle donde enganchabas la bota. Es cierto que entonces lo único que hacías era deslizarte, no tiene nada que ver con lo que hay ahora, la técnica, los materiales, la preparación de pistas…
¿Se siente muy orgulloso de lo que se ha hecho en Valdelinares y Javalambre?
Orgulloso no, esa palabra la descartaría. Yo he contribuido con un poquito, pero nada más. Conmigo ha ido mucha gente cogida del brazo. Disfruto mucho de ver cómo han cambiado las cosas, de recordar tiempos pasados. Cuando llegué a Alcalá de la Selva aquí no había ni un turista ni medio y ahora todos los fines de semana veo coches y autobuses por todas partes. Esto se mueve, y es por la nieve. Yo he puesto un granito de arena y lo que me gusta es ver cómo ha cambiado todo, haber podido esquiar de la forma que empecé y hacerlo ahora. Aunque tengo 75 años, en cuanto caen las primeras nieves en Valdelinares ahí estoy estrenando las pistas. Eso no me lo quita nadie.
Se lo ha ganado por derecho propio…
La fiebre me lleva a donde me lleva (risas). Ya estoy deseando esquiar y estrenar la ampliación de Valdelinares. Estuve el otro día viendo todo lo que han hecho con Mario (el director de la estación, Mario Gómez) y ya le he dicho que estoy deseando ir a estrenar esas tres nuevas pistas. En cuanto abran, estoy allí. Le doy un diez a la ampliación. Es impresionante lo que se ha hecho.
¿Piensa seguir esquiando muchos años?
A mi me queda cuerda aún. Vamos, si no me pasa algo que me lo impida. Yo soy de los que carga la batería todos los días. El sillón y la televisión no cuentan, para mi cuenta el ejercicio. Ya no voy a escalar, pero salgo a andar todos los días. Esta zona es preciosa y está todavía por descubrir turísticamente. Hay muchos rincones preciosos para saborear. Y no solo aquí, tengo grandes amigos en otros sitios del Pirineo, en Formigal, en Candanchú, en Baqueira… nos reunimos en cursos, recordamos viejos tiempos y disfrutamos de este deporte, que tiene la ventaja de permitirte practicarlo con la edad que tengas.
¿Qué queda por hacer en Valdelinares y Javalambre?
Quedan muchas cosas. Independientemente de esta crisis, que al final será pasajera, el futuro está en el turismo. Y esta zona está vinculada al turismo de nieve ya para siempre. Esto está a una hora y media de Valencia, una gran ciudad que hasta ahora ha mirado al mar. En cuanto empiecen a mirar al interior, que Dios nos coja confesados que vamos a tener faena. No adivino el futuro, solo saco consecuencias de cuarenta años en este valle, de ver cómo ha progresado y lo que me queda por ver creo que va a ser no solo bueno sino muy bueno.
diciembre 12, 2014
Ángel Tébar Peñaranda, pionero de la nieve de Teruel: “Le doy un 10 a la ampliación de Valdelinares, es impresionante lo que se ha hecho”
Tiene 75 años, vive en Alcalá de la Selva, un pueblecito de la sierra de Gúdar, donde regenta una casa