Lanuza, Sallent de Gállego y Hoz de Jaca son tres visitas imprescindibles en una ruta por el valle de Tena, tres pueblos con encanto, tres lugares que no dejan indiferente.
A tan solo 3 kilómetros de Formigal, a 10 de Panticosa y al borde de un embalse se encuentra el pequeño pueblo de Lanuza, al que se accede a través de la A-136 y la estrecha carretera de la presa, desde donde hay una vista espectacular del pueblo y el pantano con la Peña Foratata (2.341 m) de fondo.
A quien no haya oído hablar de Lanuza debería valerle un solo dato para desear conocerlo: el pueblo quedó abandonado en la década de los setenta porque las aguas del pantano iban a cubrirlo por completo, algo que finalmente no ocurrió; y, tras años de abandono, ha sido recuperado por sus vecinos en las últimas décadas. Y hay mucho más: esa rehabilitación, hecha con mimo y esmero, ha ido acompañada del crecimiento imparable del Festival Pirineos Sur (http://www.pirineos-sur.es/) que se celebra allí cada año en el mes de julio en un escenario que flota sobre las aguas del pantano.
Lanuza es un precioso pueblo de casas de piedra y tejados de pizarra, entre las que destaca la torre de la iglesia, todas ellas muy cerca de las aguas del pantano, y rodeadas de un entorno espectacular. Los vecinos se han empeñado en mantener el aspecto original del pueblo, de hecho algunas casas continúan aún tal como quedaron cuando sus moradores tuvieron que salir de allí. Otras se han convertido en encantadoras casas rurales sin perder su esencia.
A poco más de dos kilómetros de allí está Sallent de Gállego, a donde se puede llegar regresando a la A-136 o a través de la estrecha carretera que bordea el embalse. Sallent es la capital del Valle de Tena. Tiene una arquitectura muy similar a la de Lanuza, con casas de piedra, estrechas y empinadas calles y algunos lugares que merecen una visita, como el Casino, en el edificio del Ayuntamiento, el puente medieval que cruza el río Aguas Limpias o la reciente estatua del ‘Gigante de Sallent’, un personaje real que medía 2,29 metros de altura y que nació allí a finales del siglo XIX.
Si continuamos por la A-136 hacia el sur, en dirección a Biescas, encontraremos enseguida otro embalse, el de Búbal. Allí arranca, a la izquierda, la carretera que nos llevará hasta Hoz de Jaca bordeando el pantano.
Se trata de una sinuosa carretera de montaña. Son solo 3 kilómetros de ruta, en continua subida, hasta los 1.270 metros de altitud. El pueblo merece una visita, con un buen número de casas rehabilitadas y otras de nueva construcción que mantienen la arquitectura pirenaica. Pero la gran sorpresa está al final del pueblo. Una vez que se terminan las casas, la carretera desemboca en un pequeño jardín, con un espectacular mirador. Y no es un mirador cualquiera, no. Se trata de un gran balcón literalmente suspendido en el aire, colgado de la roca sobre las aguas del pantano. Desde allí, si no tienes vértigo, puedes ver el embalse a tus pies –también literalmente, ya que el suelo enrejillado permite ver el agua-. Disfruta de las vistas del valle de Tena.