Tiene 53 años y lleva algo más de veinte trabajando en Javalambre, antes incluso de que la estación abriera sus puertas en febrero de 1996. Es el jefe de Explotación y se ocupa de supervisar que todo esté a punto desde antes de poner en marcha los remontes hasta que el último esquiador abandona las pistas.
Está seguro de que esta temporada va a ser un «muy buen año de nieve» y, mientras eso llega, charlamos con él sobre sus primeros recuerdos de Javalambre y la gran evolución que ha vivido la estación a lo largo de estas dos décadas de existencia.
¿Qué es lo que más recuerda de los inicios de Javalambre?
Al principio yo venía desplazado de Valdelinares, donde estuve 5 años. Soy de Mosqueruela, un pueblo muy cercano. El primer año se abrió Javalambre de forma experimental, con solo dos pistas y unas casetas prefabricadas. Al año siguiente, cuando se abrió oficialmente la estación ya me vine para acá.
Y también trabajaba en verano en la playa…
Sí, me fui con 16 años a Mallorca a trabajar en la hostelería durante el verano, empezaba en mayo en Palma y acababa en octubre, así que me iba muy bien para venir luego a Valdelinares y compaginar nieve y playa, hacía las dos temporadas. Cuando abrió Javalambre ya tenía 33 años, y me ofrecieron ocuparme de las tareas de mantenimiento. Yo tenía ya experiencia en fontanería y hacía falta una persona para los sistemas de nieve producida, y de los remontes. Y en eso sigo.
¿Era un equipo muy pequeño en los inicios?
Sí, al principio éramos muy pocos. En mantenimiento estábamos solo dos, y en total seríamos 10 o 12 personas trabajando. Sólo había dos remontes por aquel entonces, la silla de Ventisquero y la de Sabina. Luego se hizo ya un debutantes, luego un segundo, Lapiaz en el año 98 y luego ya la gran ampliación hace 6 años, que es cuando ya se consolidó la estación.
Tendrá muchas anécdotas de esos primeros tiempos de la estación…
El primer año estuvimos cuatro personas incomunicadas tres días, del 6 al 9 de enero. Éramos el cocinero, un trabajador del alquiler y los dos de mantenimiento. Nos quedamos encerrados en la zona de Sabina, en la nave de nieve. Hubo una nevada espectacular. Nos intentaron rescatar varias veces pero no lograban llegar, así que como teníamos camas, comida y cocinero, además de teléfono, se quedó solo en una anécdota de la que ahora nos reímos.
¿Cuánto ha cambiado la estación en estos veinte años?
Ha cambiado muchísimo, teníamos 2 kilómetros esquiables y ahora tenemos 15 km. He visto crecer Javalambre desde las pistas de iniciación a los grandes descensos para divertirse y disfrutar, con unos desniveles del 40% que ya castigan las piernas, en una gran pista como Amanaderos.
Conoce la estación como la palma de su mano, ¿qué es lo mejor de Javalambre?
Lo mejor, las vistas que tenemos. Podemos ver hasta Valencia y el mar en días claros, que está a 70 km en línea recta, y toda la sierra. Y para los esquiadores, indiscutiblemente la pista Amanaderos, es un gran descenso de 2 kilómetros. Yo no la puedo disfrutar ya, porque tuve una lesión de rodilla al segundo año de estar trabajando en Javalambre, me operaron dos veces y lo tuve que dejar.
Sigue rodeado de nieve, pero ¿echa de menos el esquí?
Aunque tampoco era un gran esquiador, siempre me ha gustado la nieve y he hecho todo lo posible por promocionarla. Si no fuera por la nieve que está dando trabajo a la gente de la zona, algunos pueblos ya no existirían. Si incluso hay algunos pueblos con problemas para tener colegios abiertos por los pocos niños que hay, sin la nieve no habría ninguno.
¿Cuál es su rincón favorito de Javalambre?
La zona de El Portillo, desde la cafetería hay unas vistas espectaculares. La verdad es que, desde el punto más alto hasta el más bajo de la estación, las vistas son buenísimas. Se ve, por un lado, Teruel capital, Camarena, la sierra de Albarracín; y por el otro, la parte de Valencia
Ya estamos en pretemporada, ¿qué tareas están desarrollando ahora?
Ahora estamos con la pintura, el mantenimiento de remontes…, ultimando todos los trabajos para la llegada de la nieve. Después del Pilar es cuando empieza la campaña fuerte para nosotros, y seguimos durante toda la temporada.
¿Y cómo es un día normal de trabajo en plena temporada?
A las siete de la mañana salgo de Teruel de camino a la estación. Lo primero es consultar la meteorología, saber el día que tenemos, si hay viento…, para mandar el parte de nieve del día, a las ocho, con la ayuda de mis compañeros de remontes y de pistas que son los primeros en ver cómo está todo arriba mientras yo compruebo los accesos. Después nos ocupamos del reparto del personal según las necesidades del día. Y a las nueve menos cuarto ya empezamos a abrir los remontes. Hay un gran equipo, unas 30 personas que estamos pendientes de que todo esté en marcha, tanto en el área de mantenimiento, como la de nieve, hostelería, alquiler o pistas. Todo el trabajo se hace en equipo.
Si pudiera pedir un deseo para la temporada, ¿cuál sería?
Que nos salga un año bueno, y creo que lo va a ser, tengo la sensación de que viene una buena temporada tras este verano tan seco. Dicen que de invierno seco, invierno de nieves. Y espero que se cumpla.